domingo, 29 de junio de 2008

La noche de los helados mutantes (II)

Enriqueta se sentía inquieta.

No es que fuera una chica poco agraciada, bajo su punto de vista era normalita aunque tenía su punto, pero desde aquél día en la heladería había notado muchas muestras de interés masculino -e incluso, a veces, femenino- y se preguntaba cuál sería la razón de tan súbito cambio.
Incluso su madre y sus hermana, obsesionadas ese verano por encontrar la dieta más fácil y rápida para lucir tipín ese verano la miraban estupefactas, y se preguntaban cómo podía estar tan estupenda con la cantidad de helado -y, por supuesto no de categoría "light"- que ingería desde que trabajaba.

De todas maneras, no era esa la principal de sus preocupaciones.
Desde que se quedaba a solas en la tienda, oía cuchicheos, voces ahogadas, incluso risitas... y no podía explicarse su procedencia. No sabía si se estaba volviendo loca, o el sol del verano le había fundido el cerebro, así que ponía la radio a todo trapo y bailaba alrededor de la heladería, intentando mantener ocupada su mente.

Una de esas tardes, apareció su hermana en la heladería.
Enriqueta se puso muy contenta de tener visita, y la saludó dando unas cuantas piruetas al ritmo de la canción que sonaba.
Josefina (su hermana) la miró como si hubiese perdido la cabeza, y soltó un bufido.
-Pues sí que tienes un trabajo cansado-.
-No es culpa mía que casi no tenga clientes- le dijo Enriqueta- además, no lo entiendo los helados están todos buenísimos.
-Sí, y llenos de calorías- dijo con resignación Josefina. Bueno, que yo venía a pedirte un favor...- titubeó -¿Le podrías decir a mamá que he venido a pasar la tarde contigo?-
Enriqueta sonrió, ya sabía dónde iba a ir su hermana, no necesitaba preguntarle.
Está bien-dijo- pero sólo si te quedas un rato más y te tomas un helado conmigo...
Josefina la miró con cara de pocos amigos -¿pero aún no te has enterado de que estoy a dieta?
¡Pero si no te hace falta, Fina!-Además, estoy segura de que se te pondría mucha mejor cara. Seguro que a tu novio le gustas más después de comerte este helado de... ¿mandarina? ¿cookies? ¿avellana? que te voy a poner ahora mismo.
-No es mi novio, idiota- sonaba como un reproche, pero tenía un esbozo de sonrisa picarona en la cara. -Bueno, uno pero el más pequeño que tengas en la tienda. Y que sea 0 % grasa.

Enriqueta se calló ;
en esa heladería no había helados como los que pedía su hermana, pero sabía que si se lo decía no iba a probarlos, y era una pena, porque estaban todos demasiado buenos.
Le puso el cucurucho prometido, y comprobó como a su hermana le cambiaba la cara al probarlo, y hasta se relamía (hacía semanas que no la veía comer tan a gusto).

Su hermana se despidió, le dio un beso y se marchó.

Enriqueta se quedó mirando como andaba calle abajo, pensativa.
Y de repente volvió a oir los susurros. Sólo que esta vez entendió lo que decían y casi se le para el corazón del susto ¡estaban hablando de su hermana!

-¡Será pava la tía! Helados sin calorías... ¡qué chorrada!
¿Dónde has oído tú mayor memez? ¡Dime!- Decía una vocecita aguda, muy afectada.

-Desde luego, estas mujeres de hoy día... va a ser nuestra ruina!!- esta voz era más oscura, con un punto de amargura.

Enriqueta no podía ni respirar. ¿La estarían vigilando sus jefes? ¿Se había vuelto ya loca del todo?
Decidió, que fuera lo que fuese, necesitaba saber quién estaba allí vigilándola día tras día. Se armó de valor, y tomó aire.

-¿Hola? ¿Quién está ahí?

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