lunes, 19 de enero de 2009

El sexo del sentimiento

Ayer recibí una invitación sorpresa a última hora de la tarde.
Como me encantan este tipo de cosas, acepté y me cité media hora más tarde.
Se trataba de una entrevista para la tesina de una trabajadora social, cogí el autobús, porque ayer otra vez se nos había echado la niebla sobre la ciudad y no había quién se templase, y de camino me dí cuenta de que ni siquiera sabía el tema...
Bueno, la sorpresa se desveló pronto.
El tema, que ya está muy manido por algunos, me ofreció la oportunidad de la reflexión, y aseguró una charla interesante.

La mujer y los sentimientos.
¿Realmente sentimos de manera diferente hombres y mujeres?
En mi opinión, por supuesto que no, sentimos las mismas cosas mujeres y mujeres, hombres y hombres y mujeres y hombres, igual lo que cambia es la manera de afrontar cómo las sentimos y nuestra exteriorización...
¿Y nuestra idea de la felicidad?Yo creo que la realización personal no entiende de sexos...
¿Cómo nos han educado?
¿Nos hemos sentido discriminadas -extiendo, para vosotros los hombres, discriminados- en algún momento de nuestra vida?
¿Y dentro del núcleo familiar?
¿Realmente tendemos hacia la igualdad? ¿queremos ser iguales? ¿cómo lo estamos haciendo? ¿qué está pasando con la violencia de género y cómo pensamos que podríamos acabar con ella?

Posteriormente tuve otra conversación, que comenzó sobre esto, y en la que ambas partes concluimos de la misma manera -el símil salió de manera natural mirando el botellero tras la barra del bar-.
Cuando la gente conoce a alguien nuevo, lo clasifica en función de lo que necesita -el amiguete de todos los días (una caña o un café), el amigo especial (whisky de malta de 15 años), el que conoces de toda la vida (una cocacola), amigos bazofia, y que no sabes cómo han llegado allí (ginebra barata)-.
Lo malo es que muchas veces, dentro de esta clasificación ya tenemos una predisposición a hacer una separación entre hombres y mujeres.
Qué pasa, pues que a veces llamas a tu amiguete que creías una cerveza y te encuentras con que es vodka de garrafón, y que aparte de provocar unas resacas de padre y muy señor mío, no te interesa para nada en tu botellero...
Y todo este rollo viene a cuento de que no me gusta que me pongan etiquetas y me clasifiquen, y de la misma manera odio encasillar a la gente.
Y si alguien pretende etiquetarme de alguna manera, lo primero que debería hacer es preguntarme, que puede que yo también me equivoque al clasificarme, pero ya me habrá pedido mi opinión y no se encontrará con la desagradable sorpresa de tomarse un batido de vainilla en vez de un cubata.

2 comentarios:

Duncan de Gross dijo...

Mmmm, todo eso ya lo discutí en su día...Te aseguro de que llegas un momento en que no te preocupas si te etiquetan o no, tú eres tú y ya está. Sobre sentimientos, muchas veces he pensado que si que hay una diferencia, no nos afectan las mismas coisas, eso está claro...Un besote!!

. dijo...

Yo siempre he sido de Nestea: ligerito y dulce ;)